El tiempo no pasa.
Somos nosotros los que pasamos.
El tiempo no es una abstracción para el ser humano, es una realidad material, física, que registra en el cuerpo, y en todo lo que lo rodea. Sin embargo, cuando hablamos de administrar el tiempo, casi nunca pensamos en cómo involucra al cuerpo o en la necesaria gestión del ambiente. Prácticas como una reunión detrás de otra durante toda la jornada laboral, reuniones de 30 minutos con contenido para 60, utilizar notebook sin teclado y pantalla adicionales, trabajar sin planificar bloques de actividades y objetivos, permanecer en la silla frente a la pantalla por horas y horas, etc., atrofian el cuello y la atención. El mirar la pantalla del celular todo el día -y buena parte de la noche-, con los hombros hacia adelante, en una postura encorvada, con la mandíbula apretada, tiene muchas consecuencias emocionales y físicas, y por lo mismo, tiene consecuencias en la comunicación intrapersonal (lo que me digo a mí misma) e interpersonal (lo que le digo a otras personas).
Dos cambios simples, pero radicales, modifican estas formas de vivir el tiempo de trabajo: primero, administrar el tiempo en el cuerpo (y no a pesar del cuerpo), esto es que la medida de nuestro tiempo sea físico, tangible, sensorial, e integre al conjunto cuerpo-mente-emociones (holismo). Segundo cambio: modificar el ambiente, moldear la tecnología a las formas de la corporalidad humana para que no sean nuestros cuerpos los que se adapten a los dispositivos, sino los dispositivos los que favorezcan posturas corporales relajadas, pensamientos lúcidos y emociones equilibradas. En suma, humanizar los ambientes de trabajo y percibir el tiempo en consonancia con el cuerpo.
Recomendaciones para percibir (administrar) el tiempo en el cuerpo y el ambiente
La principal recomendación es aprender -y desaprender- sobre emociones, corporalidad, buenas prácticas laborales, administración del tiempo, equilibrio físico y emocional, desarrollo de la atención y la cognición, bienestar laboral, comunicación efectiva y liderazgo, entre otros. Para comenzar ahora te dejo 14 sugerencias que puedes continuar indagando según sean de tu interés.
1. Calendarizar los descansos junto con las tareas, en el mismo calendario y con el mismo nivel de importancia
Hacer pausas mejora el rendimiento y la atención, toda la ciencia lo avala. Hacer pausas programadas, diversas y activas, mejora además la salud en general, especialmente si incluye caminatas o pequeños ejercicios físicos. Al colocar en el calendario también los descansos, nos damos un mensaje de la importancia que tiene descansar para trabajar bien.
2. Planificar y precisar objetivos del día y la semana
Fluir en la abstracción del tiempo en un entorno como el actual, es una pésima idea. No se nos puede “pasar el tiempo”; en su lugar tenemos que administrar bloques de acciones, que comienzan y terminan o que comienzan, avanzan y se planifican para otro día. Empezar a trabajar sin planificar y luego dar cuenta de la hora, se percibe como (y muy probablemente sea) una pérdida de tiempo. Pero si precisamos objetivos y actividades con horas estipuladas, tienen un inicio y un fin dentro de un plan, nuestra capacidad de intervención es mayor.
3. Tener visible el objetivo de la actividad y el tiempo que llevará
Puede estar escrito en un papel al costado del teclado o en un anotador digital ¿qué estoy haciendo, para qué lo estoy haciendo y por cuánto tiempo? Saber expresamente qué y para qué, ayuda a no perderse en una cadena de actividades tras otra. Incluso puedes utilizar una aplicación como Brain Focus para desarrollar el hábito.
4. Recortar y recontextualizar
Recortar la actividad para que no sea enorme e inabarcable sino posible de comprender y ejecutar, simplifica la tarea y distribuye mejor el tiempo. Luego hay que re ubicarla en el plano más amplio de los objetivos que espera alcanzar. Agobiarte por todo lo que te falta hacer es sumamente improductivo, el foco debe estar en lo que estás haciendo ahora (confía en lo que ya planificaste).
5. Aplicar los conocimientos ergonómicos a los espacios de trabajo
Colocar la pantalla a la altura de los ojos para mantener el cuello estirado lo mejor que se pueda; disponer el escritorio y la silla de forma que los brazos, la espalda, las piernas, todo quede a 90° puede ser un buen comienzo. No estamos inventando nada, ya existen soluciones para adaptar la tecnología al cuerpo, por ejemplo, la ergonomía, que es “el conjunto de conocimientos científicos aplicados para que el trabajo, los sistemas, productos y ambientes se adapten a las capacidades y limitaciones físicas y mentales de la persona” (Asociación Internacional de Ergonomía). Lo que falta es aplicarlo, considerar como parte del diseño de los espacios de trabajo -ahora cada vez más privados- aquel que facilite las mejores posturas físicas. Y una recomendación especial: invertir en (o crear) un escritorio que suba y baje en altura, para tener períodos de trabajo de pie.
6. Ser consciente sensorialmente del tiempo y registrar las sensaciones físicas
PERCIBIR. Retirar la mirada de la pantalla y percibir lo que está alrededor. Estar conscientes del clima del ambiente cerrado y del clima externo (si es posible salir al exterior mejor). Percibir el tiempo y administrarlo requiere reflexionar. No solo cuánto tiempo falta para, sino cómo estoy en este momento.
Da muchísimo resultado escanear el cuerpo e ir acomodándolo a posturas erguidas o relajantes, según sea necesario. También registrar las principales molestias físicas en el momento en que se presentan tiene un enorme poder sobre la conciencia para mantenernos presentes y no quedar a la deriva de los pensamientos.
7. Hacer las actividades de pie o caminando
Hablar por teléfono, enviar o escuchar audios de whatsapp, pensar ideas, resolver problemas, tener reuniones, muchas actividades pueden realizarse de pie o caminando. Durante estos movimientos y cambios posturales, es importante repasar las tareas que faltan y las que están e introducir cambios. Moverse físicamente es una forma de moverse intelectualmente también.
8. Equilibrar el tiempo dedicado a la comunicación escrita y la comunicación oral
Por ejemplo, hablar más por teléfono o videollamada y escribir menos mensajes de texto sería una ventaja para muchas personas. Esto impone una exigencia de efectividad en la comunicación oral, como la duración de la conversación y tener el objetivo claro, pero en general tiene muy buenos resultados. Lo mismo al revés, para quienes hablan demasiado, intentar reemplazar una parte de las charlas por mensajes de texto (chat, mail, etc.).
9. Cambiar de lugar de trabajo
Cuando se pueda, cambiar de ambientes puede tener efectos positivos en la concentración y la creatividad y permite un movimiento que tal vez de otra manera no se realizaría. Nuevamente, moverse da conciencia del tiempo, del cuerpo y del ambiente.
10. Realizar ejercicios de hombros – cuello y respiración
Con una a dos series (5´ a 10´) por día, de ejercicios de movilización de hombros hacia atrás, adelante, arriba y abajo, rotación del cuello y estiramientos hacia los lados, atrás y adelante, se logran una buena movilidad. Por su parte los ejercicios de respiración consciente van desde la sencillez de realizar 3 inhalaciones y exhalaciones profundas a ejercicios que incluyen distintos tiempos de inhalación, retención del aire (apneas) y exhalación.
11. Compartir con otros
Si tu trabajo es muy solitario busca compartir con otras personas, así tendrás referencias externas a tu pensamiento y nuevas ideas. Pero también para discurrir sin una funcionalidad, solo por compartir un momento virtual o presencial. Busca ampliar los temas de conversación durante ese tiempo, no hables solo de lo que estabas haciendo o harás en lo inmediato, mejor conversa de algo que te refresque, que te deje una sensación agradable.
12. Estar en silencio
Si tienes muchas horas de reuniones, un trabajo ruidoso o agobiante, usa tu imaginación e inventa un poco de silencio. Una médica que trabaja en un hospital muy concurrido, me contó en un curso que cuando necesitaba descansar de los familiares de los pacientes a los que les daba informes (generalmente graves), se escondía cinco minutos en un closet de insumos, cerraba los ojos y simplemente pensaba en su jardín.
13. Premiarse
Cada vez que concluyas una actividad o logres un objetivo, prémiate con algo que active el círculo virtuoso: micro paseos, una pausa sin hacer nada, una bebida caliente, una canción, un llamado a un ser querido, ejercicios de estiramiento, continuar la lectura de un libro, etc.
14. Empezar ahora
No esperes condiciones perfectas ni pretendas hacer todo junto. Puedes comenzar a administrar / percibir tu tiempo con el cuerpo e influir en el ambiente con lo que te sea posible hoy. Lo importante es devolverle al cuerpo su centralidad y ubicarlo en una interacción saludable con la tecnología.
Te dejo este muy exquisito texto del libro La medida de la realidad (1988) de Alfred Crosby:
Las horas, las antiguas unidades que en Oriente Próximo designaban las divisiones del día y la noche, eran las unidades más pequeñas de las cuales se ocupaban comúnmente las personas. Sabían, por supuesto, que había períodos más cortos, pero podían improvisar formas de ocuparse de ellos: las instrucciones de cocina del siglo XIV indicaban a los principiantes que un huevo debía hervir «durante el tiempo que se tarda en decir un miserere» (37).
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