Para un economista, si un resultado no se maximiza es que los recursos dedicados a su producción no se están usando (de manera eficiente) como se debería. Podrías producir más si el proceso de producción fuera más eficiente, es decir, si el personal y la maquinaria utilizados para fabricar artilugios estuvieran mejor asignados. Obsérvese que el proceso de producción transforma inputs en outputs: los primeros no están directamente relacionados con los segundos. Tal vez podrías producir más artilugios si tuvieras más personal y maquinaria, pero tal vez no si los recursos adicionales se utilizaran de forma tan ineficiente que no tuvieran efecto en los resultados, en el output. La producción de artilugios depende básicamente de la eficiencia del proceso de producción.
De forma análoga, hay un proceso de producción que convierte los ingresos, la salud, etc., en felicidad. ¿Cuál es, entonces, el proceso de producción de felicidad? Una respuesta inmediata —al menos si consideramos la felicidad como el flujo de placer y propósito a lo largo del tiempo— quizá tenga algo que ver con la manera de usar el tiempo. Tomas los ingresos, la salud, etc., y los transformas en felicidad al repartir tu tiempo entre distintas actividades. Pero el tiempo no se dedica solo a hacer, sino también a pensar. De hecho, buena parte lo dedicas a prestar atención a estímulos que tienen muy poco que ver con aquello en lo que aparentemente estás enfrascado. Por ejemplo, mientras escribía este difícil párrafo me he distraído en diversas ocasiones; soy consciente de haber pensado varias veces si me tomaba otra taza de café. Y supongo que tu también has tenido alguna distracción mientras lo leías.
Por tanto, el proceso de producción de felicidad equivale al modo de asignar la atención. Los inputs de tu felicidad son la plétora de estímulos que compiten por tu atención. Estos se convierten después en felicidad mediante la atención que les prestas. El enfoque en la atención es el eslabón perdido en la cadena de inputs y outputs. Los mismos acontecimientos y circunstancias vitales pueden afectar en mayor o menor grado a tu felicidad en función de la atención que les prestes. Dos personas idénticas en todos los aspectos pueden ser felices de muy distinta manera, dependiendo de cómo conviertan los inputs en el output o resultado de la felicidad.
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La atención, como todo en la vida, es un recurso escaso. Debes racionarla, pues la atención dedicada a una cosa es, por definición, la que no se dedica a otra. Si atiendes a una cosa, pagas el precio de no atender a otra distinta. El concepto de escasez está en el núcleo de la economía. La escasez de recursos atencionales radica en el núcleo de mis investigaciones sobre la felicidad.
La clave para ser más feliz está en prestar más atención a lo que te hace feliz y menos a lo que no.
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Prestar atención puede literalmente cambiarte el cerebro. (…) El cerebro es un sistema de procesamiento complejo y sofisticado, con miles de millones de neuronas y billones de conexiones sinápticas, y cualquier persona aprende a poner más atención en algunos estímulos. No obstante, en un momento concreto eres capaz de procesar solo una cantidad limitada de información. (…) Cuando atendemos a un aspecto del entorno, no atendemos a otro. Esto puede originar ceguera situacional, en virtud de la cual estamos tan centrados en un elemento que se nos escapa la perspectiva general.
Dolan, Paul. “Capítulo 3: ¿Cuáles son las causas de la felicidad?” en Diseña tu felicidad. Cambia lo que haces no lo que piensas. Buenos Aires: Paidós, 2016. Impreso. Págs. 69-74.